jueves, 20 de noviembre de 2014

NEPAL: TREKKING AL CAMPO BASE DEL ANNAPURNA // Entrada 1 de 3



Sería injusto para Nepal y su gente si solamente contase la experiencia de un viaje a través de sus montañas, en forma del trekking al Campo Base del Annapurna I (8091m). Un viejo amigo me contó antes de partir que Nepal me llamaría más la atención, no por sus montañas, sino por su gente. La verdad es que en ese momento no le hice gran caso, pero la misma frase la volví a escuchar a los pocos días por otras personas que habían viajado allí. Fui con la idea de ver las montañas más altas del mundo, buscando paisajes que me sorprendieran tanto como los más bellos de nuestro Pirineo, Alpes o las Rocosas Canadienses.
El tránsito por la capital del país no era en principio más que un peaje en la dirección a las vistas de los Annapurnas. Estaba concienciado del caos que me esperaba; me habían dado consejos de cómo evitar el asalto de taxistas y limosneros a la salida del aeropuerto, a la locura del tráfico de Katmandú, y a la nula higiene de muchos de sus restaurantes y servicios públicos. Toda esa coraza creada no fue más que una idea preconcebida que tras el primer impacto de un turista que no ha viajado nunca a Asia, tiene que desarmarse y entregarse al ritmo de vida de su gente. Los cuatro días, entre la ida y vuelta, que pasamos en la ciudad nos mostraron pobreza, contaminación, monumentos imponentes, a veces olvidados, y miles y miles de motos. Sin embargo, algo fuimos viendo enseguida, y no fue otra cosa que la felicidad y tranquilidad de sus habitantes ante su caótica ciudad.


Antes de comentar el trekking y mostrar las mejores fotos que hemos podido captar, creo más que conveniente mostrar la Katmandú más turística y los destinos obligados para el primer viaje que se hace a este país. Y digo primero porque sin dudarlo, son muchos más los que se merece esta tierra.



El continuo olor a incienso y la música budista de fondo te acompañan en la visita a este templo. La estupa de Swayambhunath, más conocida para nosotros como el Templo de los Monos, es uno de las primeras paradas de un turista en la ciudad.


Girar los rodillos de oración mientras se rodea la estupa y se contempla la ciudad desde su estratégica situación, en el alto de una colina, es una experiencia para los todos sentidos.





La plaza Durbar de Patan y y la de Katmandú con sus palacios y templos, fusionan el budismo y el hinduismo en total armonía. Palacios recuperados tras los terremotos que son mantenidos con escasos medios pero con gran mimo por sus habitantes.



Los andamios de bambú bailan al vacío con habilidad. Todo vale para proteger los grabados y esculpidos en madera, en los que muchas veces aparecen representaciones del Kamasutra. Nada que ver con la inmaculada concepción y obra del espíritu santo del cristianismo.


Mientras nos desplazamos de una zona monumental a otra, viviremos el loco tráfico en el que los pitidos sustituyen a los intermitentes, y en el que todo vale. Los carriles, el paso de tierra a asfalto, la prioridad del más grande y el polvo en suspensión son ingredientes que uno ha de asumir para evitar el estrés de pensar que va a ser atropellado. Basta mirar la cara de sus gentes para nunca ver un solo gesto de desagrado o enfado ante el desesperante tráfico.




Junto a la plaza Durbar, entre las muchas representaciones de dioses y diosas de los templos nepalís, se halla la curiosidad de la existencia de una auténtica diosa viviente. En el templo de Kumari habita una niña que es nombrada kumari devi. Para ello ha de poseer 32 requisitos físicos que de forma similar a las reinas y damas de fiestas de nuestro entorno, tiene un reinado que abarca desde los cuatro años hasta su primera menstruación. Este periodo de vida lo pasará en este templo saliendo solamente en los actos ceremoniales.



A pocos kilómetros de la ciudad se halla Bhaktapur, una ciudad medieval con un alto grado de conservación y una carísima entrada de 15 dólares. Sin embargo, la visita lo merece pero requiere ir sin prisas y eso es complicado cuando uno tiene la agenda tan apretada, bien por el inicio del trekking o por el regreso a casa. 




Sus calles y plazas se encuentran totalmente adoquinadas y en ellas se mezcla su rico patrimonio con la vida cotidiana de sus gentes.





Pequeños patios y callejeos continuos, te trasladan en alguna calle, a la época medieval de la construcción de sus templos. Algunas remotos rincones parecen estar congeladas en el tiempo y solamente el paso de las motos te hace volver a la realidad.


Animales sagrados con otros que no lo son: cabras, vacas y gallinas se mezclan con los turistas y los nepalis surgiendo situaciones que a veces resultan cómicas.




Una de las paradas que estuvimos a punto de perdernos fue la estupa de Bodhnath. Gracias a nuestro taxista, aprovechamos el tiempo al máximo y pudimos contemplar la grandiosidad de este templo budista, que presume de ser el mayor de toda Asia. Los monjes tibetanos recorren las calles aledañas engalanadas con cientos de banderas de oración, huyendo de toda represión como la vivida en el Tibet ocupado por China. Es un lugar que engancha y en el que emana paz por todos sus rincones.




Antes de regresar al popular Thamel, hicimos la visita al destino más morboso para los occidentales, el templo hindú de Pashupatinath. A las orillas del río Bagmati, afluente sagrado del Ganges de India, se realizan a diario más de 40 cremaciones en las que las cenizas y restos de los cuerpos son arrojados al río. Un lugar en el que se mezcla el fervor hindú del majestuoso templo con el fuerte olor que desprenden las cremaciones.  Los santuarios dedicados a la diosa Siva se reparten por el entorno con múltiples representaciones a la fecundidad y tallado erótico que contrastan con la forma de entender la muerte que nosotros tenemos.




Al retornar a Thamel, donde seguramente tendrás el hotel, volverás a centenares de tiendas tanto de recuerdos como ropa de montaña, restaurantes, vendedores ambulantes de frutas... Más caos y esquivar y esquivar motos que parecerán atropellarte en cada instante. Esto es Katmandú...







Y de la terminal de vuelos domésticos de Katmandú, volamos hacia Pokhara. Eso será ya otra entrada...





4 comentarios:

  1. Muy chulo el reportaje, Adán. Qué gozada visitar a esas gentes en las que el respeto y la tranquilidad son la norma y no la excepción. En el "primer mundo" deberíamos aprender de ellos. Nos sobra stress y exigencias a los demás.

    Ahora a esperar ansioso las próximas entradas con más montaña, paisajes, etc.

    Un saludo.

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  2. Una visión muy diferente a la clasica que ya conocia. Muy interesante. Mucho mundo me queda por ver para tan poco tiempo.

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  3. Muy bonito, Adán!!!! Y, ciertamente, muy parecido a la India..... Q recuerdos!
    Creo que todo el mundo debería visitar estos países al menos una vez en la vida. Tenemos unas cuantas cosas q aprender de ellos.
    Espero impaciente la segunda entrega! ;-)
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Anabel, ya tienes la segunda. Es la visión más típica del trekking. La tercera a ver si saco tiempo la semana que viene.

      Nos vemos

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