domingo, 28 de diciembre de 2014

NEPAL: TREKKING AL CAMPO BASE DEL ANNAPURNA // Entrada 3 de 3


Hace unos pocos días sucumbí a las redes sociales, abriendo un perfil en Facebook como Pirineo Ibérico. En pocos días fui sumando amigos, que ya reclamaban hace tiempo que lo hiciese, y otros tantos que he de reconocer que apenas conozco, pero si compartimos las mismas aficiones. Entre ellos conocí a otra persona, que al igual que yo estaba realizando un trekking por Nepal. Sus palabras y fotos colgadas en su muro eran un denominador común a lo que nosotros habíamos vivido hace ya un mes. Eran palabras y sentimientos calcados y ni siquiera nos conocemos ni hemos hablado vez alguna. Nepal es así, no deja indiferente a nadie y desde luego engancha. Sus palabras "Hoy último día en Nepal y aunque sé que volveré..." resumen lo vivido y la experiencia que marca al viajero en este país.


El valle del Modhi Kola, por el que transcurre el Trekking al Campo Base del Annapurna, guarda todavía la mezcla entre aquello que buscamos en estas montañas y los simples servicios que un país turístico ofrece al viajero. El número de permisos, para acceder a las zonas por donde transcurren los trekking más conocidos, va en aumento año tras año. Nosotros mismos hacemos peligrar aquello que venimos a buscar por nuestra propia forma de consumir recursos en nuestro día a día.


En sólo dos años la construcción de pistas a cada lado del valle, ha cambiado y mucho la vida de aquellos que habitan estos pequeños pueblos, en medio de eternas laderas. 


El trazado de estas pistas han sido, en muchos casos, encima de los senderos tradicionales. La comunicación de estos pueblos así lo ha requerido pero ocasionará el efecto contrario al esperado. Muchos de estos caminos, aptos para buenos todo terrenos, solamente han buscado acortar etapas para trekkers menos capacitados, y de paso transportar materiales para la construcción de nuevos Guest Houses. Alojamientos que sin duda se quedarán condenados al abandono, al hallarse en zonas que ya no serán tan atractivas al viajero.


Las escuelas rurales por el contrario se han visto mejoradas por las mejores comunicaciones, evitando caminatas eternas por senderos llenos de niños con sus uniformes estilo inglés.



La orografía de Nepal obligará siempre a poner coto a estas pistas y los trazados tradicionales permanecerán intactos para mantener el equilibrio entre el turismo y el progreso de sus gentes.


Cuando la carretera muere, todo un valle es requerido para poder transportar todo lo que consumimos en nuestro viaje. Cientos y cientos de porteadores llenan los senderos cargando, todos los víveres y materiales de construcción. Toda una actividad económica sostenida por el turismo que permite la subsistencia de muchas familias del valle, en las que la agricultura sería incapaz de alimentar de forma asegurada.



Continuamente nos cruzamos con los porteadores a cada paso de nuestro Trekking. Su duro trabajo es el motor de la economía del valle. Mantener pueblos enteros con su transporte, hace darnos cuenta de lo caprichoso de nuestra afición con el esfuerzo diario por vivir en la cordillera más alta del planeta.



Las mulas son un lujo en el transporte de material como lo son en las labores cotidianas en el campo. En Nepal, la extraordinaria combinación del clima tropical con la altitud y la orientación, juegan una auténtica locura en los cultivos agrícolas, que permite cultivar simultáneamente especies cronológicamente imposibles en nuestro continente.


Agricultura de esfuerzos inhumanos que hacen fácil la vida de un porteador, comparándolo con los trabajos de cultivar el arroz, trigo y mijo en estas laderas. Muchas de estas porciones de tierra son labradas a mano y fertilizadas con el estiércol de búfalo, que ha de portarse por los senderos en grandes cestos.






Las cosechas son igualmente transportadas por porteadores para trillarse en pueblos que han guardado su esencia compatibilizándola con el turismo.





Pueblos como Ghandruk merecen, solamente por pasear por sus calles, la excusa de realizar el Trekking al Annapurna. 


La pobreza del país llega también a estos pequeños pueblos de montaña. Muchos padres optan por no escolarizar a sus hijos, al comprobar que las limosnas que obtienen los niños de los turistas son mayores a los ingresos del duro trabajo de portear o cultivar.




Estas escenas contrastan con los elegantes uniformes que visten todos los escolarizados.



Cuando sobrepasamos los 2500 metros, las pequeñas aldeas dan paso a núcleos formados por Guest House, donde ya todo se centra en la actividad del turismo. Alojamientos con mayores lujos que nuestros refugios del Pirineo. Habitaciones individuales, carta más o menos variada y posibilidad de cargar baterías e incluso conectarnos a Wifi por escasas rupias.


Estos alojamientos, junto a pequeños puestos de agricultores, han convertido a muchos tramos del Trekking en auténticos chiringuitos. Turistas que pueden consumir patatas "Plingles", chocolatinas de toda clase y cervezas ya carísimas.


La necesidad de consumir agua sanitariamente segura y evitar el gran abuso de agua embotellada en las zonas más alejadas del Trekking, ha sido solucionada mediante pequeñas estaciones de filtrado y el uso de pastillas potabilizadoras.



Este es el Trekking al Campo Base del Annapurna que para bien o para mal hemos cambiado con nuestro turismo y ganas de conocer la cordillera del Himalaya. Recuerda que si no te lo han dicho ya, irás por las montañas y recordarás el país por sus gentes.


Personas cuyo trabajo es obtener grava para el hormigón con solamente la ayuda de una maceta y un cortafríos, y que al pasar junto a ellos te saludan con un Namasté mientras derrochan una sonrisa de oreja a oreja, nos plantea qué hemos hecho mal en nuestra sociedad para no saber valorar lo que tenemos y lo que somos.


sábado, 29 de noviembre de 2014

NEPAL: TREKKING AL CAMPO BASE DEL ANNAPURNA // Entrada 2 de 3


Nuestra llegada a Pokhara fue rápida, gracias a la elección del avión en lugar del autobús. Queríamos disfrutar de esas vistas de postal que goza el lago con toda la línea de los Annapurnas en el horizonte. Sin embargo, en lugar de ello, nos encontramos con cielos grises y nula visibilidad. Tuvimos que esperar al día siguiente, para que al final de la primera etapa se despejaran los cielos. Tras caminar por selvas similares a los bosques de laurisilva de nuestras islas Canarias, se abrió el horizonte para ver la brutal estampa del Annapurna Sur. Sus 7219 metros fueron nuestra primera visual a la gran cordillera del Himalaya. Explicar con palabras ese momento tan soñado es sumamente complicado. Esos recuerdos, esos segundos, llenan el ansia de contemplar esta grandiosidad, aunque sea desde la modestia de un trekking a las puertas del Annapurna I (8091m). Nada que ver con la literatura de Annapurna Primer Ocho Mil, ni las actividades de los excelentes documentales del extinto programa de Al Filo de lo Imposible. Nuestro modesto trekking nos colmó en la curiosidad de conocer un pequeño rincón del Himalaya y vivir unos días en el mismo valle, en el que otros realizaron parte de las mayores gestas del montañismo.


Annapurna Sur (7219m) 

Las primeras etapas transcurrieron por senderos naturales, e interminables escaleras, por un terreno selvático con calor y humedad. Torrentes de agua por cada uno de los barrancos junto al abrumador sonido omnipresente del río Modhi Kola, presagiaban la intensidad de las lluvias en la época de los monzones. 




El trekking al Campo Base del Annapurna es uno de los más populares de Nepal. Es difícil caminar más de dos horas sin pasar por uno de los muchos Guest House que se hallan a pie de sendero, o en los pequeños pueblos que atraviesa. A caballo entre un refugio y un hotel, proporcionan todo lo necesario y permiten elegir las etapas de forma más flexible.


Hasta alcanzar la cota de 3000 metros la vegetación nos acompañó en todo momento. El clima tropical de la región, provoca que rara vez nieve por debajo de esta altura. Solamente la vista hacia el fondo del valle, con la mirada fijada a las nevadas laderas, te hace recordar que te hallas en cotas más elevadas que a lo que estamos acostumbrados en nuestra geografía.





Nuestro ciclo de rutina se adaptó enseguida al horario solar. Las casi doce horas de luz que disponíamos marcaban nuestro hábito de andar por las mañanas, para luego descansar y disfrutar de cada lodge que nos alojábamos. Además, los primeros rayos del día contorneaban las montañas, elevando la temperatura y  provocando con ello atronadores aludes que se oían en la distancia.





Testigo de todo el valle es el majestuoso pico de Machapuchare (6997m). Una montaña conocida también como Fish Tail, por su afilada silueta en forma de cola de pez. Montaña sagrada para los nepalíes, su cima jamás ha sido hollada como respeto a esta cultura. 



Alcanzada la cota 3500 metros todo cambió. El valle se abrió y nos trasladó al clima alpino y al paisaje de alta montaña. Nuestros pasos se ralentizaron y no paramos de hidratarnos para evitar el temido mal de altura. Habíamos visto el helicóptero en días pasados, realizando viajes de ida y vuelta desde el Campo Base a Ghandruk, y no queríamos que a nosotros nos sucediese lo mismo. 

El helicóptero de rescate es diminuto comparado con la grandiosidad del valle

Hay veces en las que la suavidad del sendero, con curvas y escaleras bien trazadas, te invitan a subir más rápido y ello provoca que las dos noches por encima de 3500 metros puedan surgir problemas de este tipo. Nosotros no tuvimos prisa y nuestras cortas etapas nos permitieron subir cómodamente y no sentir para nada la altitud más que al verla en la pantalla del gps.


La tarde en la que alcanzamos el Campo Base del Machapuchare a 3700 metros, fue el primer momento en el que contemplamos la vista más alpina del trekking. Difícilmente puede comprenderse las dimensiones de estas montañas cuando a esa cota todavía se ven inmensas.



Los minutos previos al atardecer los vivimos con los ojos de dos novatos en un trekking al Himalaya. Al poco tiempo el termómetro se desplomó. Desde el interior del helador comedor del lodge, contemplamos los juegos de la niebla que ascendía y descendía el valle como nunca habíamos visto en nuestras latitudes. 




Solamente nos separaban poco más de 400 metros de desnivel al Campo Base del Annapurna I. Una cima que apenas pudimos ver esa tarde, más que por unos segundos, antes de nublarse. Nos surgió la duda de si al día siguiente tendríamos la suerte de poder verlo, y con esa idea nos acostamos en nuestro saco de plumas, en la noche más gélida del trekking. A las cuatro de la mañana salimos con nuestros frontales para no perdernos el amanecer en el Campo Base del Annapurna (4125m). El intenso frío que sentíamos pronto disminuyó conforme ganamos altura. La nieve brillaba con la luz de la luna e invitaba a apagar la luz del frontal que chocaba contra nuestro aliento helado.



Alcanzamos el campo base antes del amanecer y pudimos, por unos minutos, vivir la soledad que pronto cesaría  al levantarse los que allí estaban alojados. 


La gran pared de la cara sur del Annapurna I (8091m) se encontraba completamente despejada. Cerca de 4000 metros de verticalidad, en forma de nieve y roca, te hacen sentir la pura felicidad de hallarte en el lugar que has deseado y que sin dudarlo es de los más espectaculares del planeta.


La cara sur del Annapurna I es la vía de acceso a un ochomil más peligrosa de toda la cordillera. La primera montaña de más de ocho mil metros de altura alcanzada por el ser humano es también una de las 14 montañas que superan la mágica cifra de 8000 metros y la más mortífera. Desde que en 1950 fuese escalado, solamente 192 ascensiones han tenido éxito, pereciendo más de 60 personas, lo que cifra en un 30% el índice de mortandad en esta montaña. Entre ellos visitamos las placas del ruso Anatoli Boukreev y el pamplonica Iñaki Ochoa. Del ruso es imprescindible la lectura de Everest 1996, donde se relata su proeza en el rescate de varios de sus clientes en el Everest, en cotas inhumanas para la gesta que realizó sin oxigeno. Mientras que el potente alpinista navarro, protagonizó en sus últimas horas de vida, el que fue uno de los rescates más importantes realizados en el Himalaya. El relato de esta increíble operación de salvamento es mostrada en el magnífico documental Pura Vida.



El amanecer entre tanta belleza , leyendo las placas de estos extraordinarios alpinistas, entristece y llena de admiración hacia aquellos que por encima del resto de mortales, han usado su altísima capacidad física y mental por encima de los límites de la vida. Sin dudarlo, el Campo Base del Annapurna es un lugar inolvidable y sobrecogedor.





A los pocos minutos el Annapurna I comenzó a cubrirse tal y como había predicho nuestro guía. Nuestra decisión fue bajar esa misma mañana y no pasar la noche en el Campo Base. Dimos la espalda a esas montañas y comenzamos el descenso con una mezcla de alegría y tristeza. El retorno del lugar anhelado, y los más de 1800 metros que teníamos que descender en esa tarde, nos llenó de pensamientos a cada paso de nuestras botas y bastones. Sabíamos que concluía parte de nuestro viaje y con él muchos metros de desnivel ganados este verano en nuestro Pirineo e Ibérica zaragozana. También me imaginaba qué pasos y cuales no bajaría con la bici, de tenerla en ese momento, en ese sendero infinito.




Camino del Campo Base del Machapuchare me dí la vuelta fotografiando a Pilar y a nuestro guía con la impresionante pared del Annapurna Sur. Gran suerte la mía al haber compartido esta experiencia juntos.