En septiembre de 1991 compré mi primera bicicleta de montaña. Una Orbita de acero con Shimano 400 que costó 65.000 pesetas en Ciclos Albacar. Era la época del aterrizaje del deporte de la BTT en España y en mi caso, se convirtió también en mi medio de transporte. No nos bajábamos de la bici en todo el día, sin ni siquiera darnos cuenta que estábamos practicando actividad deportiva alguna. Era pura diversión e ilusión, y ahora 25 años después, esa alegría inicial sigue viva, ha crecido y ha madurado. He acabado practicando tres formas diferentes de ciclismo: carretera (quién me lo iba a decir), Maratón BTT y el mal llamado Enduro. Tres modalidades para tres bicicletas totalmente diferentes.
Este año que ya pronto acaba, comenzó con la idea de hacer solamente una prueba. La Pedals de Foc Non Stop era el objetivo. Una ultramaratón de BTT que tenía en mente nada más acabar la Gigante de Piedra, el año pasado. Sus 220 km y 6200 metros de desnivel me obligaban a salir aun cuando no tuviese ganas de ello, y eso en mi es importante, ya que la constancia en los entrenos no es mi punto fuerte y enseguida le pego a más palos de los que puedo abarcar. Además, el hecho de apuntarme con mi hermano era una motivación extra. Fuimos sumando kilómetros y compartiéndolos en la distancia a través del Strava. Poco a poco se aproximó la fecha y las predicciones meteorológicas fueron las peores. Mucha o demasiada información climatológica circulaba por las redes sociales al coincidir la fecha con la Quebrantahuesos. Dos días antes incluso nevaba en las cotas que pasaba la carrera a pesar de ser ya 16 de junio. Tras meditarlo y conociendo el Pirineo decidimos que no íbamos. Una decisión así, es dura y desilusionante. Llegó el día de la prueba y vimos que por suerte para nuestros amigos, que sí habían decidido ir, el tiempo no fue tan malo pero no un regalo. Más de la mitad de los inscritos no nos presentamos en la salida y solamente 170 acabaron el recorrido en categoría Non Stop. La desmotivación se adueñó de nosotros y mi hermano enseguida fijó otro objetivo; la Era Roda Non Stop. 140 kilómetros y 5200 metros de desnivel. Unas cifras muy atractivas para el estado de forma que habíamos cogido. Mi hermano no tardó en apuntarse y yo lo haría más adelante y así surgió la idea de los tres retos para cada modalidad practicada.
Vamos con el primero:
Vamos con el primero:
MARATÓN BTT: ERA RODA NON STOP 23 DE JULIO DE 2016
140 KM 5200 M
De nuevo una ruta en el Valle de Arán con una relación de desnivel acumulado por kilómetro que enseguida me ilusionó de nuevo. Sin embargo, llegada la fecha no me lo podía creer. La previsión amenazaba con lluvia y así fue en todo el camino hacia este valle que ya es maldito para mi. Durante la noche el sonido del agua corriendo por nuestro tejado abuhardillado no me dejó pegar ojo. Para mi mismo pensé que si descargaba con tanta fuerza, menos lo haría por la mañana.
La salida a las 6.30 de la mañana no vislumbraba muchas esperanzas de día. El primer puerto subiendo por la estación de esquí de Baqueira Beret nos hizo rápidamente entrar en calor a golpe de rampones de plato pequeño, o 28 en el caso de los monoplatos que montaban los compañeros del CC Fraga. Las nubes bajas no nos dejaron opción de disfrutar del valle y la pantalla del GPS era más que obligatoria para seguir un recorrido, que siguiendo la tónica de las ultramaratones no estaba marcado.
En una de las bajadas Joaquín pinchó rajando la cubierta. Tras media hora de inventos, cámaras cortadas y bridas pudimos continuar la prueba y seguir sumando bloques de mil metros de desnivel. Es curioso como una prueba así la fraccionas en la mente en subetapas y en horas. Cuando mi hermano quería subir de ritmo no hacia falta más que recordarle que por mucho correr no íbamos a llegar antes de las seis o las siete de la tarde. La medición en horas es más práctica que en kilómetros.
El frío de las cotas altas provocó que apareciera de nuevo el fantasma de los problemas estomacales. No iba cómodo y sólo la compañía de mi hermano y sus amigos me hicieron olvidar un posible abandono.
En una de las bajadas Joaquín pinchó rajando la cubierta. Tras media hora de inventos, cámaras cortadas y bridas pudimos continuar la prueba y seguir sumando bloques de mil metros de desnivel. Es curioso como una prueba así la fraccionas en la mente en subetapas y en horas. Cuando mi hermano quería subir de ritmo no hacia falta más que recordarle que por mucho correr no íbamos a llegar antes de las seis o las siete de la tarde. La medición en horas es más práctica que en kilómetros.
A medio día el sol se levantó por encima de las nubes del valle y rodamos por caminos y senderos que ya conocía de la Pedals d´Occitania. Conforme subía la temperatura mejor me encontraba y poco a poco devorábamos los kilómetros en ambas orillas del Garona.
En la penúltima subida del día y cuando ya llevábamos 4000 metros de desnivel acumulado un fuerte clón se oyó en la rueda trasera. Paré pensando en que se había partido un eslabón de la cadena, y en lugar de ello, me dí cuenta que había roto un radio. Nada importante pensé, rueda descentrada y a seguir, pero no fue así. Los pocos radios de la crossmax ST hacían que la rueda rozase con las vainas del cuadro y no había solución. Ahora si tocaba retirada.
Mi hermano quiso abandonar conmigo, a lo cual me negué en rotundo. Faltaban solamente 200 metros para coronar el penúltimo puerto de la prueba y él ya tenía la Era Roda en el bolsillo. Nos despedimos y comencé a andar valle abajo. Viella se veía a vista de pájaro 800 metros por debajo de donde me encontraba. Me tocaba andar unas dos horas hasta llegar a la carretera y me lo tomé con el mejor humor posible. Tras media hora de caminata apareció una moto de carrera. Le propuse ir de paquete y me preguntó que hacíamos con la bici. Enseguida le dije que no se preocupase y echándome la bici al hombro me monté en la moto. El motero no se cortó y comenzó a dar gas pista abajo. Así hasta llegar a la nacional por la que anduve de nuevo hasta el avituallamiento.
Vuelta a la localidad de la salida con resignación de no haber podido terminar, ni bajar esos senderos que tanto presumía la organización, como colofón a las dos últimas subidas. El Valle de Arán me la tiene jugada. Habrá que volver a la Pedals de Foc en 2017.
Mi primera cicloturista de carretera y de nuevo haciendo un tandem con mi hermano Pedro. Cifras idénticas a la Era Roda pero ahora por un impecable asfalto.
El recorrido de La Purito es un subir y bajar a ambos lados del valle sobre el que se desarrolla Andorra. Consta de seis puertos, de los cuales cuatro son 1ª, un segunda y un especial.
Un recorrido ideal para los amantes de los puertos y a los que como a mi, no nos gusta mucho llanear ni el plato grande.
El primer puerto con unas rampas de hasta el 18% nos dejó bien claros que aquí hay que ir bien sobrado de desarrollo si quieres llevar una buena cadencia media.
Pasando de una vertiente a otra se sucedieron los puertos en los que las bajadas fueron un recital de paelleras. No había miedo de coger gravilla, ni de volar en los baches, como si ocurre en las carreteras que frecuentamos por Aragón, y así fue toda una suerte aprender de mi hermano y su buena técnica bajando.
Entre puerto y puerto las transiciones se hacían por la archiabarrotada travesía principal de Andorra. Su subida tendida del 5-6 % es lo más parecido al llano que se puede ver en el Principado.
Puerto tras puerto nos fuimos dando cuenta que el guardar fuerzas era la mejor estrategia. Els Cortals d´Encamp con cuatro kilómetros de sus trece, al 10% medio y rampas del 12% fueron un postre que salió caro a más de uno. El fuerte calor y la ausencia de sombra hicieron que más de uno aparcase la bici en la cuneta para coger fuerzas.
Acabé mi primera cicloturista de carretera con una sonrisa de lado a lado. Una buena experiencia, y de compañero con quien me metió el veneno de la bicicleta. Qué más se puede pedir.
110 KM -9000M/+4500M
Aparqué el pulsómetro y el cadenciómetro para retomar una bicicleta que llevaba abandonada medio año. Volver a los senderos y a la rueda tocha, después del asfalto, no fue una transición muy rápida. La técnica se pierde igual de rápido que la forma física, y el recuperarla requiere de paciencia. El Circuitillo Albarcudo fue el lugar elegido para entrenar, y en plena sequía sus senderos se encontraban excesivamente sueltos y sin nada de agarre. Apuntados tres miembros del club, a uno de nosotros le pasó factura el Circuitillo. Fisuras en costillas y un buen susto para Gumi, quien tuvo que ceder su plaza a mi compañero Javito de Pamplona.
Para los tres era nuestra primera prueba de Enduro y con la peculiaridad de hacerla en el país vecino. El entorno de Lourdes y el mítico Tourmalet eran el escenario perfecto para una prueba que los franceses denominan Raid y en la que iban a predominar los metros negativos sobre los positivos.
A nuestra llegada el viernes cargamos las bicis en los dos trailers que la organización había preparado. Mientras nosotros cenábamos en Lourdes las bicis de todos los participantes fueron trasladadas al Tourmalet para después subirlas en el teléferico hasta la cima del Midi de Bigorre, en donde partiríamos al amanecer.
En el briefing previo a la salida no entendíamos ni una palabra de francés pero nos quedamos con el concepto de prueba de enduro tradicional. Los tramos cronometrados serían las especiales y el resto enlaces para hacerlos dentro del tiempo de corte.
A las siete de la mañana veíamos levantar el sol por los pirineos más orientales. Nos encontrábamos a casi 2900 metros de altitud y la temperatura era perfecta.
La salida cronometrada marcaba unos tiempos de separación entre participantes de un minuto y nosotros íbamos seguidos. Decidimos que nos reagruparíamos abajo para hacer los enlaces en equipo y solamente el crono marcaría nuestras diferencias.
El primer descenso fue superior a los 1000 metros de desnivel. Poco a poco los nervios se fueron templando y opté por un ritmo alto pero seguro.
Antes de Bareges y a mitad del Tourmalet un control de la organización me tomó el tiempo y entendí que aquí se acababa la primera especial. Enseguida llego Javito y luego Manolo. Continuamos el descenso alternando pistas y senderos hasta Luz Saint Saveur. Allí comenzaba una dura subida con largos porteos hasta la parte más alta de la estación de esquí de Luz Ardiden.
Nos tomamos la subida con mucha calma e incluso perdimos mucho tiempo arreglando el primer pinchazo que tendría en el día. Aquí descubrimos la exquisita educación de nuestros vecinos franceses. En cuanto nos poníamos detrás de algún corredor con la intención de adelantarlo, no perdían ni un segundo en dar paso y darnos un excuse moi cuando no se habían dado cuenta de nuestra intención.
Desde este collado bajaríamos otros mil metros de desnivel cronometrados desde un control que se hallaba junto al avituallamiento. Un sendero precioso con cientos de curvas de herradura entre bosque, en el que me lancé concentrado y a más ritmo del que debería. Enseguida rajé la cubierta y deje pasar a mis compañeros para que no perdiesen tiempo. Arreglé rápido y pasé a Manolo en una zona de subida en la que no paraba de recuperar tiempo perdido. El siguiente tramo de bajada, empinadísimo, arrancó la mecha y me obligó a meter cámara con la mala suerte de pincharla con un desmontable.
Perdí los papeles por un momento mientras no paraban de pasar todos lo que había adelantado. Al poco tiempo llegó Manolo para tranquilizarme y pasando olímpicamente de la clasificación, me ayudó para poder continuar hasta meta en Cauterets.
La organización no escatimaba en detalles y justo en la meta nos ofreció una comida de Food Truck mientras esperábamos las listas de clasificación. Cuando salieron nuestra sorpresa fue mayúscula. Los tiempos habían contado de principio a fin, y los controles intermedios no eran tiempos de especiales como los de un clásico enduro. Nuestro escaso francés nos había jugado una mala pasada y solamente Javito estaba en un puesto digno para lo que nos habíamos fijado. Mi cabreo fue monumental y ya solamente pensaba en resarcirme en la segunda etapa. Nos esperaban al día siguiente 60 kms y casi 2800 metros de desnivel frente a 5100 metros de bajada.
De nuevo madrugón y traslado en telecabina y telesilla hasta lo más alto de la estación de esquí de Cauterets.
La segunda etapa pintaba muy dura. El escaso kilometraje y el potente desnivel auguraba grandes porteos y subidas infumables.
Decidí quedarme con Manolo y hacer de gregario para él. Una etapa así no era para tomársela a la ligera y el cansancio del día anterior podía aparecer en cualquier momento.
La primera bajada del día con 1500 metros perdidos fueron sin tregua, muy técnicos y sin descanso. El sendero nos depositó en un valle perdido y espectacular.
La primera bajada del día con 1500 metros perdidos fueron sin tregua, muy técnicos y sin descanso. El sendero nos depositó en un valle perdido y espectacular.
Donde las subidas constantes se sucedieron una tras otra, rompiendo todo ritmo posible, hasta que llegamos al gran coco del día.
Dos horas de bici al hombro hasta alcanzar la cima del Pibeste. La gran ladera, en plena solana, nos castigó bien los cuerpos. Superado el collado, la bella localidad de Lourdes ya estaba a vista de pájaro.
Las bajadas hacia Lourdes fueron gloriosas y solamente las excesivas precauciones en evitar caídas y averías les quitaron protagonismo.
Tras varios bucles llegamos al tren cremallera que asciende hasta el Pic du Jer. Aquí en la tarde del domingo comenzaba la tercera etapa de la Pyr Epic. Un remonte en el que Manolo llegó justo de fuerzas, y en el que nuevamente tuvimos una sorpresa. En lugar de ser un descenso puro siguiendo el recorrido de la prueba de la Copa del Mundo de DH, tendríamos que hacer una vuelta por lo más alto de Lourdes. Una "propineta" de 250 metros positivos que hicieron ganarnos bien el ser finishers de este raid. Al llegar a meta, Manolo no pudo contener la alegría de acabar un reto que había supuesto para él, mucho tiempo robado a su familia y a su trabajo para llegar en un buen estado de forma. Para mi fue todo un placer ayudarle a conseguirlo. Un fin de semana que no olvidaré y en el que compartí con dos buenos amigos una experiencia totalmente diferente.
Acaba un año en el que el dorsal ha vestido mis tres bicicletas, y en las que el reto de acabar cada una de las pruebas que me he inscrito, ha sido todo el premio que he buscado. Pronto empieza una nueva temporada en la que habrá que buscar nuevos proyectos que nos obliguen a nunca parar de movernos.