sábado, 29 de noviembre de 2014

NEPAL: TREKKING AL CAMPO BASE DEL ANNAPURNA // Entrada 2 de 3


Nuestra llegada a Pokhara fue rápida, gracias a la elección del avión en lugar del autobús. Queríamos disfrutar de esas vistas de postal que goza el lago con toda la línea de los Annapurnas en el horizonte. Sin embargo, en lugar de ello, nos encontramos con cielos grises y nula visibilidad. Tuvimos que esperar al día siguiente, para que al final de la primera etapa se despejaran los cielos. Tras caminar por selvas similares a los bosques de laurisilva de nuestras islas Canarias, se abrió el horizonte para ver la brutal estampa del Annapurna Sur. Sus 7219 metros fueron nuestra primera visual a la gran cordillera del Himalaya. Explicar con palabras ese momento tan soñado es sumamente complicado. Esos recuerdos, esos segundos, llenan el ansia de contemplar esta grandiosidad, aunque sea desde la modestia de un trekking a las puertas del Annapurna I (8091m). Nada que ver con la literatura de Annapurna Primer Ocho Mil, ni las actividades de los excelentes documentales del extinto programa de Al Filo de lo Imposible. Nuestro modesto trekking nos colmó en la curiosidad de conocer un pequeño rincón del Himalaya y vivir unos días en el mismo valle, en el que otros realizaron parte de las mayores gestas del montañismo.


Annapurna Sur (7219m) 

Las primeras etapas transcurrieron por senderos naturales, e interminables escaleras, por un terreno selvático con calor y humedad. Torrentes de agua por cada uno de los barrancos junto al abrumador sonido omnipresente del río Modhi Kola, presagiaban la intensidad de las lluvias en la época de los monzones. 




El trekking al Campo Base del Annapurna es uno de los más populares de Nepal. Es difícil caminar más de dos horas sin pasar por uno de los muchos Guest House que se hallan a pie de sendero, o en los pequeños pueblos que atraviesa. A caballo entre un refugio y un hotel, proporcionan todo lo necesario y permiten elegir las etapas de forma más flexible.


Hasta alcanzar la cota de 3000 metros la vegetación nos acompañó en todo momento. El clima tropical de la región, provoca que rara vez nieve por debajo de esta altura. Solamente la vista hacia el fondo del valle, con la mirada fijada a las nevadas laderas, te hace recordar que te hallas en cotas más elevadas que a lo que estamos acostumbrados en nuestra geografía.





Nuestro ciclo de rutina se adaptó enseguida al horario solar. Las casi doce horas de luz que disponíamos marcaban nuestro hábito de andar por las mañanas, para luego descansar y disfrutar de cada lodge que nos alojábamos. Además, los primeros rayos del día contorneaban las montañas, elevando la temperatura y  provocando con ello atronadores aludes que se oían en la distancia.





Testigo de todo el valle es el majestuoso pico de Machapuchare (6997m). Una montaña conocida también como Fish Tail, por su afilada silueta en forma de cola de pez. Montaña sagrada para los nepalíes, su cima jamás ha sido hollada como respeto a esta cultura. 



Alcanzada la cota 3500 metros todo cambió. El valle se abrió y nos trasladó al clima alpino y al paisaje de alta montaña. Nuestros pasos se ralentizaron y no paramos de hidratarnos para evitar el temido mal de altura. Habíamos visto el helicóptero en días pasados, realizando viajes de ida y vuelta desde el Campo Base a Ghandruk, y no queríamos que a nosotros nos sucediese lo mismo. 

El helicóptero de rescate es diminuto comparado con la grandiosidad del valle

Hay veces en las que la suavidad del sendero, con curvas y escaleras bien trazadas, te invitan a subir más rápido y ello provoca que las dos noches por encima de 3500 metros puedan surgir problemas de este tipo. Nosotros no tuvimos prisa y nuestras cortas etapas nos permitieron subir cómodamente y no sentir para nada la altitud más que al verla en la pantalla del gps.


La tarde en la que alcanzamos el Campo Base del Machapuchare a 3700 metros, fue el primer momento en el que contemplamos la vista más alpina del trekking. Difícilmente puede comprenderse las dimensiones de estas montañas cuando a esa cota todavía se ven inmensas.



Los minutos previos al atardecer los vivimos con los ojos de dos novatos en un trekking al Himalaya. Al poco tiempo el termómetro se desplomó. Desde el interior del helador comedor del lodge, contemplamos los juegos de la niebla que ascendía y descendía el valle como nunca habíamos visto en nuestras latitudes. 




Solamente nos separaban poco más de 400 metros de desnivel al Campo Base del Annapurna I. Una cima que apenas pudimos ver esa tarde, más que por unos segundos, antes de nublarse. Nos surgió la duda de si al día siguiente tendríamos la suerte de poder verlo, y con esa idea nos acostamos en nuestro saco de plumas, en la noche más gélida del trekking. A las cuatro de la mañana salimos con nuestros frontales para no perdernos el amanecer en el Campo Base del Annapurna (4125m). El intenso frío que sentíamos pronto disminuyó conforme ganamos altura. La nieve brillaba con la luz de la luna e invitaba a apagar la luz del frontal que chocaba contra nuestro aliento helado.



Alcanzamos el campo base antes del amanecer y pudimos, por unos minutos, vivir la soledad que pronto cesaría  al levantarse los que allí estaban alojados. 


La gran pared de la cara sur del Annapurna I (8091m) se encontraba completamente despejada. Cerca de 4000 metros de verticalidad, en forma de nieve y roca, te hacen sentir la pura felicidad de hallarte en el lugar que has deseado y que sin dudarlo es de los más espectaculares del planeta.


La cara sur del Annapurna I es la vía de acceso a un ochomil más peligrosa de toda la cordillera. La primera montaña de más de ocho mil metros de altura alcanzada por el ser humano es también una de las 14 montañas que superan la mágica cifra de 8000 metros y la más mortífera. Desde que en 1950 fuese escalado, solamente 192 ascensiones han tenido éxito, pereciendo más de 60 personas, lo que cifra en un 30% el índice de mortandad en esta montaña. Entre ellos visitamos las placas del ruso Anatoli Boukreev y el pamplonica Iñaki Ochoa. Del ruso es imprescindible la lectura de Everest 1996, donde se relata su proeza en el rescate de varios de sus clientes en el Everest, en cotas inhumanas para la gesta que realizó sin oxigeno. Mientras que el potente alpinista navarro, protagonizó en sus últimas horas de vida, el que fue uno de los rescates más importantes realizados en el Himalaya. El relato de esta increíble operación de salvamento es mostrada en el magnífico documental Pura Vida.



El amanecer entre tanta belleza , leyendo las placas de estos extraordinarios alpinistas, entristece y llena de admiración hacia aquellos que por encima del resto de mortales, han usado su altísima capacidad física y mental por encima de los límites de la vida. Sin dudarlo, el Campo Base del Annapurna es un lugar inolvidable y sobrecogedor.





A los pocos minutos el Annapurna I comenzó a cubrirse tal y como había predicho nuestro guía. Nuestra decisión fue bajar esa misma mañana y no pasar la noche en el Campo Base. Dimos la espalda a esas montañas y comenzamos el descenso con una mezcla de alegría y tristeza. El retorno del lugar anhelado, y los más de 1800 metros que teníamos que descender en esa tarde, nos llenó de pensamientos a cada paso de nuestras botas y bastones. Sabíamos que concluía parte de nuestro viaje y con él muchos metros de desnivel ganados este verano en nuestro Pirineo e Ibérica zaragozana. También me imaginaba qué pasos y cuales no bajaría con la bici, de tenerla en ese momento, en ese sendero infinito.




Camino del Campo Base del Machapuchare me dí la vuelta fotografiando a Pilar y a nuestro guía con la impresionante pared del Annapurna Sur. Gran suerte la mía al haber compartido esta experiencia juntos.


jueves, 20 de noviembre de 2014

NEPAL: TREKKING AL CAMPO BASE DEL ANNAPURNA // Entrada 1 de 3



Sería injusto para Nepal y su gente si solamente contase la experiencia de un viaje a través de sus montañas, en forma del trekking al Campo Base del Annapurna I (8091m). Un viejo amigo me contó antes de partir que Nepal me llamaría más la atención, no por sus montañas, sino por su gente. La verdad es que en ese momento no le hice gran caso, pero la misma frase la volví a escuchar a los pocos días por otras personas que habían viajado allí. Fui con la idea de ver las montañas más altas del mundo, buscando paisajes que me sorprendieran tanto como los más bellos de nuestro Pirineo, Alpes o las Rocosas Canadienses.
El tránsito por la capital del país no era en principio más que un peaje en la dirección a las vistas de los Annapurnas. Estaba concienciado del caos que me esperaba; me habían dado consejos de cómo evitar el asalto de taxistas y limosneros a la salida del aeropuerto, a la locura del tráfico de Katmandú, y a la nula higiene de muchos de sus restaurantes y servicios públicos. Toda esa coraza creada no fue más que una idea preconcebida que tras el primer impacto de un turista que no ha viajado nunca a Asia, tiene que desarmarse y entregarse al ritmo de vida de su gente. Los cuatro días, entre la ida y vuelta, que pasamos en la ciudad nos mostraron pobreza, contaminación, monumentos imponentes, a veces olvidados, y miles y miles de motos. Sin embargo, algo fuimos viendo enseguida, y no fue otra cosa que la felicidad y tranquilidad de sus habitantes ante su caótica ciudad.


Antes de comentar el trekking y mostrar las mejores fotos que hemos podido captar, creo más que conveniente mostrar la Katmandú más turística y los destinos obligados para el primer viaje que se hace a este país. Y digo primero porque sin dudarlo, son muchos más los que se merece esta tierra.



El continuo olor a incienso y la música budista de fondo te acompañan en la visita a este templo. La estupa de Swayambhunath, más conocida para nosotros como el Templo de los Monos, es uno de las primeras paradas de un turista en la ciudad.


Girar los rodillos de oración mientras se rodea la estupa y se contempla la ciudad desde su estratégica situación, en el alto de una colina, es una experiencia para los todos sentidos.





La plaza Durbar de Patan y y la de Katmandú con sus palacios y templos, fusionan el budismo y el hinduismo en total armonía. Palacios recuperados tras los terremotos que son mantenidos con escasos medios pero con gran mimo por sus habitantes.



Los andamios de bambú bailan al vacío con habilidad. Todo vale para proteger los grabados y esculpidos en madera, en los que muchas veces aparecen representaciones del Kamasutra. Nada que ver con la inmaculada concepción y obra del espíritu santo del cristianismo.


Mientras nos desplazamos de una zona monumental a otra, viviremos el loco tráfico en el que los pitidos sustituyen a los intermitentes, y en el que todo vale. Los carriles, el paso de tierra a asfalto, la prioridad del más grande y el polvo en suspensión son ingredientes que uno ha de asumir para evitar el estrés de pensar que va a ser atropellado. Basta mirar la cara de sus gentes para nunca ver un solo gesto de desagrado o enfado ante el desesperante tráfico.




Junto a la plaza Durbar, entre las muchas representaciones de dioses y diosas de los templos nepalís, se halla la curiosidad de la existencia de una auténtica diosa viviente. En el templo de Kumari habita una niña que es nombrada kumari devi. Para ello ha de poseer 32 requisitos físicos que de forma similar a las reinas y damas de fiestas de nuestro entorno, tiene un reinado que abarca desde los cuatro años hasta su primera menstruación. Este periodo de vida lo pasará en este templo saliendo solamente en los actos ceremoniales.



A pocos kilómetros de la ciudad se halla Bhaktapur, una ciudad medieval con un alto grado de conservación y una carísima entrada de 15 dólares. Sin embargo, la visita lo merece pero requiere ir sin prisas y eso es complicado cuando uno tiene la agenda tan apretada, bien por el inicio del trekking o por el regreso a casa. 




Sus calles y plazas se encuentran totalmente adoquinadas y en ellas se mezcla su rico patrimonio con la vida cotidiana de sus gentes.





Pequeños patios y callejeos continuos, te trasladan en alguna calle, a la época medieval de la construcción de sus templos. Algunas remotos rincones parecen estar congeladas en el tiempo y solamente el paso de las motos te hace volver a la realidad.


Animales sagrados con otros que no lo son: cabras, vacas y gallinas se mezclan con los turistas y los nepalis surgiendo situaciones que a veces resultan cómicas.




Una de las paradas que estuvimos a punto de perdernos fue la estupa de Bodhnath. Gracias a nuestro taxista, aprovechamos el tiempo al máximo y pudimos contemplar la grandiosidad de este templo budista, que presume de ser el mayor de toda Asia. Los monjes tibetanos recorren las calles aledañas engalanadas con cientos de banderas de oración, huyendo de toda represión como la vivida en el Tibet ocupado por China. Es un lugar que engancha y en el que emana paz por todos sus rincones.




Antes de regresar al popular Thamel, hicimos la visita al destino más morboso para los occidentales, el templo hindú de Pashupatinath. A las orillas del río Bagmati, afluente sagrado del Ganges de India, se realizan a diario más de 40 cremaciones en las que las cenizas y restos de los cuerpos son arrojados al río. Un lugar en el que se mezcla el fervor hindú del majestuoso templo con el fuerte olor que desprenden las cremaciones.  Los santuarios dedicados a la diosa Siva se reparten por el entorno con múltiples representaciones a la fecundidad y tallado erótico que contrastan con la forma de entender la muerte que nosotros tenemos.




Al retornar a Thamel, donde seguramente tendrás el hotel, volverás a centenares de tiendas tanto de recuerdos como ropa de montaña, restaurantes, vendedores ambulantes de frutas... Más caos y esquivar y esquivar motos que parecerán atropellarte en cada instante. Esto es Katmandú...







Y de la terminal de vuelos domésticos de Katmandú, volamos hacia Pokhara. Eso será ya otra entrada...